Aplausos frente al Covid19

El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad

Arthur Schopenhauer

Todos los escuchamos, puntualmente, a las ocho de la tarde aparecen los aplausos. Primero los más veloces y que lo esperan con ansia, los niños, seguidos de sus familias, naturalmente. Después, los vecinos de al lado que se habían despistado les secundan. Luego los de enfrente, alertados por el ruido, incluso los más perezosos se suman a esta oleada que todos los días a las ocho de la tarde, nos recuerda que no estamos solos. Nos sentimos acompañados, aunque somos conscientes de que es una situación generalizada, es más, globalizada, porque afecta a todo el planeta. Pero el calor de los aplausos y la motivación de los silbidos y gritos por seguir luchando, incluso recluidos en casa, nos dan fuerzas para seguir adelante. Las batallas también se luchan desde la lejanía.

En estos momentos tan difíciles que nos toca vivir, llenos de incertidumbre, avanzando a pasos muy pequeños, lo que nos genera mucha inseguridad, angustia y desasosiego, lo que más puede reconfortarnos es sentirnos cera de nuestros seres queridos en primer lugar, y estar con contacto con las personas. Pero esto es algo que, desgraciadamente, no es posible a día de hoy debido al confinamiento.

Cierto es que el origen de los aplausos es el de reconocer a los profesionales de la salud que están haciendo todo lo posible y más por ayudar a todas las personas contagiadas. Luego, fuimos añadiendo más personas y trabajadores de diferentes profesiones que están día a día al pie del cañón. Pero, realmente, el sentido es el mismo, decirles que no están solos, que todos les apoyamos, aunque sea moralmente, que no decaigan y que muchas gracias. Es un mensaje precioso, nos apoyamos entre todos.

¿En qué nos ayuda mantenernos unidos?

Creo que es un punto fundamental mantener estos aplausos, hemos creado una rutina de solidaridad sin pretenderlo, y es algo fantástico. No solo porque refleja nuestra capacidad de empatizar en los momentos difíciles, sino porque nos ancla un poquito más al mundo real, donde las personas vivimos en comunidad y compartimos día a día muchas cosas, algo que ahora mismo ha sido cercenado de raíz. Lo que nos hace crecer como sociedad es el compartir, empatizar unos con otros, vivir experiencias conjuntas. Los aplausos son una manera de compartir, nuestro dolor, nuestra angustia, nuestros miedos.

También están los niños, grandes sufridores del impacto directo de toda esta situación y que están aguantando estoicamente. Animándoles a participar en los aplausos colectivos les enseñamos que hasta en las peores situaciones hay lugar para la alegría, para compartir y tener objetivos comunes. Les educamos en inteligencia emocional, que reconozcan y muestren sus estados emocionales en ese aplauso (la mayor parte de los gritos que los acompañan son de niños, bonita manera de sacar todo lo que recorre su mente). Y también que trabajen su empatía, pensando en esos profesionales que están haciendo todo lo que pueden y saben por acabar con esta situación y reconociéndoselo.

Está demostrado que la felicidad depende de varios factores, dos de los principales son formar parte de la sociedad (somos mamíferos y vivimos en manadas) y la sensación de control de lo que está sucediendo en nuestras vidas. No hace falta reflexionar mucho en la situación actual de confinamiento para ver que estos dos factores con tanto peso, ahora mismo, no existen. Los aplausos nos ayudan a sentirnos parte de la sociedad y aportar nuestro granito de arena, aunque sea en la distancia y, por otro lado, nos dan cierta sensación de control. Si yo aplaudo para animar a las personas, éstas se sentirán mejor, estarán más motivadas y con más ganas de ayudar, por lo tanto, estoy influyendo en la situación de manera indirecta, controlo determinados aspectos y el control nos da calma y seguridad.

La parte positiva de los tiempos de crisis es que nos permiten ver lo que de verdad importa, en lugar de fijarnos en cosas más banales como el dinero o las posesiones. Sigamos aplaudiendo, sigamos formando parte de esto, dejemos que nuestros hijos compartan y sean parte de la sociedad, sigamos anclados al mundo real porque ahí encontraremos la fuerza para seguir adelante.

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