Inteligencia emocional, la asignatura pendiente

¿Sabemos realmente en qué consiste la inteligencia emocional tan de moda en los últimos años? ¿la ponemos en práctica todas las veces que es posible? ¿somos conscientes de las respuestas emocionales que transmitimos a nuestros hijos?

Hace ya varios años, el psicólogo Daniel Goleman, gurú y precursor en el la psicología de las emociones, dedicó un tiempo de su apretada agenda a investigar sobre las emociones y las respuestas que damos ante situaciones complejas. Concluyó, entre otros, estos resultados:

  • La inteligencia emocional tiene un papel más importante que el cociente intelectual en nuestro desempeño diario
  • Un buen autocontrol y autorregulación emocionales predicen mucho mayor éxito en situaciones en las que hay que tomar decisiones complicadas
  • Transmitimos a nuestr@s hij@s la manera de enfrentarnos y responder ante situaciones con un fuerte contenido emocional

La inteligencia emocional es la capacidad de percibir, entender, controlar y utilizar las emociones en el plano intrapersonal y en el interpersonal. El órden es importante en este caso, primero debemos conocer nuestras propias emociones y autorregularnos para poder comprender las de los demás. No sólo hablamos de control de las emociones cuando nos referimos a la inteligencia emocional, esa es la base, el paso previo para fomentar las diferentes habilidades que están involucradas. Autoestima, flexibilidad, empatía, autorregulación…, son todas habilidades que, bien trabajadas, nos harán tener una mejor inteligencia emocional y saber utilizarla en los momentos oportunos.

¿Cuando podemos empezar a trabajar la inteligencia emocional con los peques?

Como todo lo que tiene que ver con habilidades, estimulación y desarrollo, cuanto antes mejor. No se trata de enseñar a nuestro bebé de 6 meses a que sepa lo que siente en cada momento, sería una tarea imposible. Pero sí que podemos mostrarle fotografías de caras expresando emociones, responder a sus interacciones con cambios en el tono de la voz, nuestras propias expresiones faciales… El primer aprendizaje es el reconocimiento. Los bebés desde aproximadamente los 3 meses son capaces de detectar cambios emocionales en su madre (o en la figura de apego principal), por lo que desde bastante pronto podemos empezar a interactuar y que vayan cultivando su mundo emocional, siempre adecuándonos a su nivel de desarrollo.

A partir de los 18 meses podemos trabajar con imágenes propias del bebé, hacer parejas con las diferentes emociones, asociarlas a otras imagenes (p.e. rabia con fuego, calor…). Se trata de un trabajo muy visual, asociaciones sencillas para que tengan información sobre lo que sienten. Existen seis emociones básicas y universales según la teoría de Paul Ekman: alegría, tristeza, miedo, enfado, asco y sorpresa. Estas seis emociones son expresadas y reconocidas por las diferentes culturas existentes y las primeras en ser captadas por los bebés son alegría, tristeza y un poco después, el enfado. Nacemos con el «cerebro emocional» más desarrollado, el razonamiento lógico no aparece hasta los 3 años de edad, por lo que los primeros aprendizajes los realizamos en base a las emociones. Entendiendo esto, podemos intuir la importancia de conocer nuestro mundo emocional como llave de la puerta del conocimiento del mundo y de nuestro entorno.

En un sentido muy real, todos nosotros tenemos dos mentes, una mente que piensa y otra mente que siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental

Daniel Goleman, Inteligencia Emocional.

Un mundo emocionante

http://unsplash.com

La mejor manera de que nuestr@s hij@s aprendan a percibir y entender sus emociones, además de jugar con fotografías, hacer parejas con las caras…, es sirviéndole de ejemplo. Nuestra capacidad para responder a situaciones emocionales influirá en la capacidad de nuestros peques. Si ante situaciones frustrantes nos desbordamos y no somos capaces de autocontrolarnos, nuestros hijos no tendrán un buen modelo de autocontrol, por lo que aprenderán en la misma línea que nosotros. Somos sus modelos y la inteligencia emocional se aprende, practica y mejora… pero también en su parte negativa. Emociónate con tus hij@s, acompáñales en el desarrollo de su mundo emocional, ríe con ellos, enséñales a calmarse ante la frustración y entiende sus lágrimas cuando se ponen tristes. Pasar una tarde frente al espejo poniendo caras y disfrutando puede ser un plan perfecto para entretenerles y aprender.
En la literatura infantil podemos encontrar un gran apoyo en el aprendizaje de las emociones, hay miles de títulos disponibles en cuanto hacemos una búsqueda rápida en internet. Son una herramienta magnífica.

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