El poder de las etiquetas

¡Es que eres un cabezota! ¡eres una desobediente! ¡nunca completas tus tareas, eres un desastre! ¡tampoco es para tanto, qué dramática eres!

Seguro que más de un@ se siente reconocid@ bajo el peso de estas etiquetas y, como padres, más de una vez las habremos usado con nuestros hij@s. Hablemos un poco del poder de las etiquetas y no nos referimos a las de las prendas de vestir concretamente.

El origen de las etiquetas, palabras o expresiones con las que definimos a las personas, suele tener algo de justificación. Me explico. Si analizamos las etiquetas propias, por ejemplo cabezota, seguramente encontraremos sin mucho esfuerzo ejemplos que confirmen esa etiqueta. Una persona que le cuesta ceder, que es difícil hacerle cambiar de opinión. Pero… ¿siempre? Probablemente no. Este comportamiento se dará en algunas situaciones y en otras no. Ese es el principal problema de etiquetar a las personas, que tomamos la parte por el todo y frente a un comportamiento concreto asumimos una personalidad. Hablamos del comportarse o hacer (un estado), frente al ser. Tu hijo no es cabezota, se comporta en determinadas situaciones de manera obstinada e insistente, probablemente cada vez que quiera algo y lo tenga claro. Las etiquetas, por tanto, son generalizadas.

El otro problema es que suelen estar filtradas hacia aspectos poco positivos de la persona, por lo que resaltan información negativa. Está claro que, de alguna manera, nos dan información sobre las personas, pero cuando está muy focalizada en determinados aspectos negativos, probablemente ayude poco a hacernos una idea realista de los demás.

Los niños escuchan, asumen e interiorizan las etiquetas que les colocamos y generan actitudes y comportamientos que las refuerzan.

¿Qué sucede cuando etiquetamos a nuestros hijos?

Bien es sabido que los niños “son esponjas”, se quedan con toda la información en sus cabecitas y aprenden a una velocidad vertiginosa. Especialmente todo lo que provenga de sus figuras de apego principales, los padres por lo general. Es decir, escuchan y aceptan sin dudar (aún no han desarrollado el pensamiento crítico, en la adolescencia será otra historia) esas etiquetas que están definiendo (erróneamente) aspectos de su manera de ser, las interiorizan y pasan a formar parte de sí mismos, generan una actitud y unas respuestas determinadas. Entonces, siguiendo con la etiqueta de “cabezota”, nuestro peque no tendrá reparos en ser muy insistente con su punto de vista y preferencias, se comportará de acuerdo a esa etiqueta que le colocamos, creando así un círculo que refuerza la etiqueta.

¿Qué podemos hacer para evitar las etiquetas en nuestros peques?

Recordemos que como padres y madres (también profesores y educadores), somos el espejo en que se miran los niños, aquello que decimos y, sobre todo, aquello que hacemos, será repetido por ellos sin necesidad de preguntarse si es bueno o no para él o ella, si hay otras alternativas al hacer las cosas, o si se ajusta a su personalidad y situación. Teniendo en cuenta algunos pequeños detalles como modelos de comportamiento que somos, podremos mejorar en este aspecto.

  • Cambia el “ser” por el “comportamiento»: Pensemos en aquellas situaciones que nos dan miedo (oscuridad, sitios cerrados, alturas…), ¿cabría identificarnos como “miedosos”, así de manera general? No parece tener mucho sentido, ¿verdad? Pues eso es lo que solemos hacer, con mayores y pequeños. De un estado, un comportamiento puntual, extraemos una norma y no es justo ni realista. Etiquetemos las conductas.
  • Contextualiza, no generalices: Seamos concretos. Frente a la etiqueta de “egoísta”: “cuando otro niño te pide uno de tus juguetes y no se lo dejas, estás teniendo un comportamiento un poco egoísta, puedes dejarle uno y jugar juntos”.
  • Un de cal y otra de arena: Lo más seguro es que se te escapen algunas etiquetas, es algo que se aprende de manera inconsciente y a través de la familia, no siempre podremos estar alerta de no caer en ello. ¡Que no cunda el pánico! En cuanto que tes descubras que le has colocado una etiqueta negativa a tu peque, automáticamente dale un giro positivo. “¡Qué cabezota eres! No siempre vas a tener la razón, pero insistir por conseguir lo que quieres es importante”.

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