Las prisas no son buenas

Leyendo un artículo publicado hace unos días en la sección Mamás&Papás del periódico El Pais (lo podéis leer en el siguiente enlace:  https://elpais.com/elpais/2018/09/11/mamas_papas/1536671740_324534.html) acerca  del respeto a los hitos evolutivos y, en definitiva, al ritmo de desarrollo de cada niño, he visto una realidad que muchos profesionales vemos en consulta constantemente. Padres y madres preocupados y apremiados (y con niveles de ansiedad y frustración elevados) porque sus hijos lleguen a todo a tiempo, o más bien, antes de tiempo a poder ser. Me explico.

Pregunta de un papá en consulta: es normal que mi hijo (de 3 años) aún moje los pañales por la noche si llevaba unos meses sin hacerlo? Contestación de la psicóloga: pues hombre, teniendo en cuenta que no es una máquina a la que podamos programar y que el control total de esfínteres puede retrasarse hasta los 5 años… Si, es normal, yo diría que hasta esperable. Pregunta de una mamá: ¿es normal que mi hija (2 años y medio) no pare quieta ni un segundo? es agotadora, corre, salta, trepa por todos lados, saca todos los juguetes y no juega con ninguno… ¿no debería estarse un rato quieta y atenta a algún juego? Contestación de la psicóloga: ahora que camina sin problemas, que corre con bastante autonomía ¿crees que va a querer estar quieta? Su afán por explorar y conocer lo que le rodea puede más que permanecer sentada. Ese espíritu aventurero es necesario para crecer y ganar autonomía e independencia, sentada en una silla no lo va a conseguir, llegará, pero aún es pronto.

Este tipo de consultas tienen un trasfondo común, además de que la crianza es una tarea muy dura y exigente, las prisas por que crezcan y ganen etapas con mayor rapidez está presente en todas ellas. De acuerdo que conforme crecen nos lo ponen un poquito más fácil, ganan independencia y nosotros recuperamos parte de la nuestra, pero siguen siendo niños muy pequeños y no debemos pedirle por encima de sus posibilidades. Y cuando digo posibilidades me refiero a capacidad o incapacidad para realizar según qué cosas debido a su madurez cognitiva y motora.Vemos muy claro que no podemos pedirle a un bebé de 4 meses que coma solito, pero no vemos tan claro que uno de un año no pueda comerse el puré de fruta sin ayuda y sin mancharse, o que uno de dos utilice un número muy limitado de palabras y pronuncie de aquella manera… La profesionalización de la paternidad y maternidad (de la que hablé en otro post hace unos meses
http://blog.27metas.com/2019/11/15/madres-y-padres-profesionales/ ) nos hace convertirnos muchas veces en jefes gruñones que quieren exprimir al máximo a sus empleados, «lo quiero ahora y de esta manera». Imaginaos un jefe o jefa que, de repente, un buen día en que le ha parecido oportuno nos pide que realicemos los siguientes informes en lengua croata y nosotros, ni idea de croata, ni del vocabulario, ni sintaxis, ni nada de nada.
Pues muchas veces esto es lo que pedimos a nuestros pequeños, que hablen croata y, además, que lo hagan perfecto, del tirón y sin muchas dudas.

La cosas de palacio…

Toda destreza y habilidad requiere tiempo, práctica y acompañamiento. ¿Recordáis cómo aprendisteis a conducir? pues con varias horas de clases prácticas y con un profesor o profesora al lado que iba dando indicaciones y que, en caso de ser necesario, tomaba el control de la situación. Los hitos evolutivos (caminar, correr, hablar…) tienen su tiempo de aparición en cada niño y niña. Bien es cierto que existen unas «tablas normativas» de comparación, pero su uso está pensado más bien para descartar algún tipo de problema o retraso en el desarrollo, más que para iniciar una carrera sin freno hacia la vida adulta. Hay unos rangos de edad para cada hito evolutivo que los diferentes profesionales que trabajamos con niños tenemos en cuenta, pero con flexibilidad, y que, en caso de que haya pasado un tiempo prudencial y no se haya alcanzado cabría preguntarse el porqué e investigar un poco más. Pero no son categorías estrictas ni restringidas, o no deberían tomarse así. Un bebé que empieza a caminar a los 14 meses y no a los 12 presenta un desarrollo normal; un bebé que con 12 meses no se mantiene sentado por sí mismo puede ser indicativo de algún problema en el desarrollo. Sin embargo, muchas veces tomamos la parte por el todo y en cuanto nuestros peques se pasan unas semanas y no han conseguido lo que se supone que debían, nos entran los siete males.

Por no hablar de las comparaciones, odiosas sin duda pero tan habituales como el respirar. Curiosamente, siempre nos quedamos con los casos en los que salimos peor parados, ¡con lo sano que sería para nuestra autoestima hacerlo al contrario! Pero somos así de sufridores ¡qué le vamos a hacer! Con nuestros hijos pasa igual. Los corrillos de madres y padres alabando la vida y milagros de sus retoños existen, donde la exageración suele ser el condimento habitual y el camuflaje le acompaña. «Pues mi peque de un año ha empezado a hablar y no para, además se le entiende perfectamente» No me cabe ninguna duda de que los padres harán un esfuerzo titánico por entender a su peque, y lo conseguirán, pero lo más probable es que el resto del mundo no consiga entender una sola palabra y mire a los padres con cara de súplica para recibir la traducción oportuna. Esto es porque, simplemente, un bebé de 12 meses que acaba de iniciarse en el lenguaje no va más allá de juntar dos palabras «más pan». Ante esto, muchos padres por vergüenza y desconocimiento no dicen nada, pero se quedan con el runrún de que igual la cosa va demasiado lenta. Y es que este mundo en el que lo que impera es la productividad no hay cabida para la espera.

El refrán <<las cosas de palacio… van despacio>> tiene mucho sentido aquí. Los hitos del desarrollo, y la adquisición de habilidades en general, conllevan su tiempo y aparecen unas antes que las otras por una razón. Si nos empeñamos en forzar su aparición, además de no respetar el ritmo de los peques, lo que ganaremos será mucha frustración por no poder conseguirlo o, en el mejor de los casos, que los consigan pero con unos niveles de exigencia y ansiedad elevadísimos, lo que influirá a su vez en inseguridades, autoestima

Pasamos la mayor parte de nuestra vida como adultos, pero las cosas más bonitas e importantes para ser quienes somos suceden en la infancia. Mejor disfrutarlo a fuego lento ¿no creéis?

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