¿Niñofobia o respeto para todos?

Cada vez son más los lugares pensados exclusivamente para el público adulto, bares, restaurantes, hoteles, spas… Niños corriendo y gritando por doquier se vuelven molestos y mucha gente, sobre todo los que tienen este tipo de negocios, aguanta mucho menos estas situaciones. ¿Estamos ante una moda de «niñofobia» o, simplemente, debemos aprender a convivir todos?

La última noticia al respecto de la que se ha hecho eco la prensa ha sido la de un cartel de un bar de Murcia.

En él se puede leer claramente como el dueño del bar «amenaza» con apropiarse de los niños que estén sin supervisión paterna/materna para «venderlos como esclavos». Más allá de la broma, porque considero que hay que tomarlo con un tono bromista, obviamente dudo que el señor quiera esclavizar a nadie, deberíamos hacer una reflexión sobre la permisividad de muchos padres con respecto a la conducta de sus hijos. Seguramente todos, padres y no padres, hayamos presenciado alguna vez una escena del tipo: restaurante abarrotado con dos o tres niños (todos no se comportan así, o mejor dicho, no todos los padres permiten esto) corriendo como locos entre las mesas, trepando por sillas y sillones y molestando al resto de comensales.

Obviamente, no podemos pretender que los niños y niñas pequeños (menos de 4 o 5 años) aguanten sentados las 2 o 3 horas que puede durar una comida de fin de semana o vacaciones, es algo imposible. Pero existen diferentes maneras de «controlar» la situación. Lo primero de todo es tener en cuenta al resto de la gente, sean padres o no, a nadie nos gusta que nos molesten en nuestro tiempo de ocio. En segundo lugar, tener en cuenta a los peques por supuesto, sus necesidades de expansión, de actividad y de moverse. Ahora bien, al ser pequeños, estas cosas no las pueden hacer sin supervisión porque las normas sociales aún no las comprenden bien, están en proceso de aprendizaje, además suelen ser muy curiosos, todo les llama la atención y no se preocupan en pensar si están molestando o no, simplemente, son niñ@s. Somos los padres quienes debemos tener esto en cuenta. Si mi hij@ es muy «movido», le gusta corretear, saltar y pegar voces (como casi todos los niños ¡vaya!), tendré que preocuparme de que desfogue toda esa actividad en un lugar adecuado, véase un parque, en casa o lugares pensados para la diversión infantil. Cuando estemos en el restaurante, a lo mejor elegir uno con zona infantil es lo más adecuado, nos aseguramos una comida tranquila para nostros y segura para ellos… y para el resto de personas. Plantear actividades sentados en la mesa, juegos de cartas, pinturas, puzzles… Hay muchas alternativas. Lo que no podemos hacer es dejar el control a elección de nuestros peques o a la supervisión de los demás. Primero porque no van a hacer caso a extraños que intenten imponerles normas (no es su papel) y segundo, porque probablmente nos siente fatal que otros eduquen a nuestros hijos y pongan de manifiesto nuestros «errores» como educadores.

No creo que se trate de una situación de «niñofobia» como he leído en artículos y otros blogs. Creo que se trata de una situación de civismo y, sobre todo, educación. L@s niñ@s tienen que aprende a comportarse y somos sus padres los que tenemos que enseñarles. Igual que les enseñamos a comer, a lavarse los dientes y a mil tareas más, hacerles ver que si gritan mucho o corren alrededor de las mesas pueden molestar a los demás entra dentro de las responsabilidades como padres. Aún así, creo que deberíamos enteder que haya personas que no deseen compartir parte de su tiempo libre rodeadas de niñ@s, no es una tarea sencilla tratarles ni mucho menos, conseguir que actúen siempre bien, precisamente porque son niños. La empatía debería funcionar aquí en una doble dirección. Pedimos que entiendan a los niños, necesitan su espacio, sí pero… ¿quien entiende a los adultos que pretenden pasar una velada tranquila y no les dejan? Si todos colaboramos en esta tarea probablemente no sean necesario este tipo de carteles que, insisto, creo que hay que analizar desde la broma para quitar hierro al asunto.

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